cuando me empiezo a abrir me agarra miedo, me tira una soga que sale de la nada y me hunde en un líquido espeso y lleno de sentimientos que no están mal. pero son como un axón. y siempre llega el final de los finales, donde algo no me cierra, donde me encierro en la pieza, mis papás querrían que le diga habitación, para sentarme al piso y pasarme horas escribiendo, oliéndome las palmas de las manos con desesperación, siento una nariz fría en mi mejilla, un pelaje calentito en el brazo, alguna mordida. y el frío y el calor que me hunden más en ese líquido espeso que llegó al final del axón. el líquido que me hace sentir que es domingo. esa presión que me recorre el cuerpo y me deja, para describirlo de la forma más fácil: infeliz. me la paso leyendo esa lista de cosas estúpidas que nadie tiene para decir. me la paso yendo de la página esta a la otra para saber de vos.
me hundo en las sábanas y me quedo horas, mirando al techo, extrañando tu pelo, estando.
se me pasan las horas entre una vacilación de ideas que tienen un axón infinito. o mejor, cuando llegan a las dendritas le pasan el impulso nervioso a otra más y así. y no termina más. y cuando quiero que se termine me vuelvo a oler las palmas de las manos en una tranquila desesperación. de nuevo el frío, de nuevo el calor, de nuevo el teléfono que no para de latir.
me irrita y me voy. algo me dice que vuelvo a mí. y me conformo con eso aunque no sea lo que más me gusta degustar, porque no existe, y porque de existir, seguramente el problema sería yo.
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