29 de agosto de 2010

“Querida Cecilia:
acabo de conseguir que el lunes me den franco, así que podré ir. Te ruego que rompas esta carta. La arpía que ahora vive con vos podría leerla. No estarás enojada, me supongo. Ayer me quede un rato en la esquina de Suipacha y Bartolomé Mitre, por si salías. Pero no saliste. En cambio vi a la arpía que se asomaba al balcón. Bueno, el lunes seguro que voy. Yo estaré en la vereda de la iglesia. Si todo marcha bien, salís al balcón y desde arriba me haces alguna seña. Si no te veo es porque ha habido algún inconveniente.
Tuyo,
Fabián.”



La señorita Leonides sintió una punzada en el coxis.
Arrojó la carta dentro del secrétaire y huyo a su dormitorio. Durante largo rato no pudo pensar. Todo su espíritu era una negra cavernosidad donde ululaba un negro viento.
Después comenzó a solfear con los libros, con las fotografías, con los faisanes de macramé del store.
Por ultimo, hilachas de pensamientos aparecieron entre ese chisporroteo de notas como peces fugaces entre la espuma.
Dorremifasolasido. Así que la arpía. Dosilasolfamirredo. La arpía que ahora vive con vos. Dorré. COn vos. Tuyo, Fabián. Dorré, dorré. Entonces es una embaucadora, una simuladora. Y ella que había comenzado a dorré dorré. Y ella encerrada aquí, con esa impostora. Encerrada bajo llave. Prisionera. Domisoldo. Así que se veía con hombres. Tuyo, Fabián. En ese mismo momento estaría con Fabián. ¿Y donde? ¿Y haciendo que? Ya se sabe haciendo que. Hipócrita. ¿Y no tramarían algo esos dos? ¿Algo contra ella? Para eso la había arrastrado hasta aquí y la trataba a cuerpo de rey. Una estratagema. Para matarla. Solfasol solsol. ¿Y para qué la querrían matar? Para qué, para qué. Con una loca y un muchachón de las esquinas no se pregunta para que. La querrían matar y basta. Y después la enterrarían en los fondos, de noche. ¿Y quién se enteraría, quien notaria la desaparición de Leonides Arrufat?, ¿quién sabia lo que pasaba adentro de aquella condenada casona? Nadie. Eso, nadie. Ah, no, saldría al balcón y pediría socorro. Pero no, veamos. Hay que tranquilizarse. Veamos, veamos, Querida Cecilia. Conseguí que el lunes. El lunes, ¿cuándo es lunes? ¿Hoy qué es?: jueves. ¿O viernes? Miércoles. Bueno, lunes no es, porque si fuese lunes, ayer tendría que haber sido domingo, y ayer no fue domingo; todos los negocios de Suipacha estaban abiertos. ¿Y cuándo habría llegado la carta de Fabián? ¿La habría traído el cartero? O TAL VEZ. CARTAS.

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